Unos meses atrás fui a nadar a una piscina con una amiga. Llevaba mucho tiempo que no lo hacía lo cual necesitaba adaptarme denuevo al agua. Decidida a volver a la rutina comencé a nadar. Mientras nadaba observaba através de mis gafas su gran profundidad. Me aproximaba más y más hacia la dirección de la parte más honda de aquella piscina. Ya estando a mitad me paralicé y saqué mi cabeza hacia afuera. Detenida por el miedo me dije a mi misma "No puedo más, es muy profundo para mí". Sin embargo, en ese instante el Espíritu habló a mi espíritu dando confianza y certeza para continuar. Tomé valor y seguí nadando. Solo había un tipo de pensamiento en mí "lo lograré, yo llegaré, NO tengo miedo". Esta vez mi vista no estaba puesta hacia la profundidad, sino más bien hacia la pared que daba al final de aquella piscina. Mi meta.
El miedo te detiene decirle algo a una persona y hablar la verdad sobre algo en específico. El miedo quiebra los sueños y deseos que llevas dentro de ti. El miedo te hace cuestionar todo lo que haces. El miedo evita que seas quien realmente eres. Mis viviencias me han llevado a comprobar que el miedo es el obstáculo mayor al plan de Dios. El miedo trae duda y la duda opaca la Fe. El miedo trae inseguridad y la inseguridad intercepta la verdad sobre la identidad del Padre en nosotros. No importa que tengamos, que lugar ocupemos, o por quien seamos reconocidos el miedo siempre va querer entrar en nuestra alma y pensamiento de una u otra manera.
Cuando venga el miedo a querer asechar a tu vida simplemente detente, ora al Espíritu Santo en confianza y declara que el miedo no tiene lugar sobre tu vida o situación. Cree con toda certeza la declaración de esta poderosa palabra:
"Porque no nos ha dado Dios espíritu de cobardía,
sino de poder, de amor y de dominio propio"
2 Timoteo 1:7